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El Atlético
«La palabra que se oye mucho es 'vacío'», afirma René Meulensteen, exentrenador del Manchester United. «Te sientes vacío».
Tras un paréntesis de seis semanas, la Premier League ha regresado... pero quizás no con fuerza para todos.
Aunque Erling Haaland y Mohamed Salah estarán entre los jugadores desesperados por recuperar el tiempo perdido tras ver el Mundial desde sus sofás, es imposible saber qué esperar de los 133 jugadores de la Premier League (al menos 50 más que en ninguna otra liga) que han estado de servicio en Catar.
Entre ellos hay ganadores de la Copa del Mundo y finalistas perdedores. Algunos fallaron penaltis críticos en las tandas de octavos de final, otros nunca tuvieron ni un minuto de acción en el partido.
Hubo historias de redención personal y éxitos del equipo, junto con humillantes salidas en la fase de grupos y lágrimas y arrepentimientos.
Entre ellos, han pasado por todas las emociones posibles y, en algunos casos, han organizado siete partidos de alta presión en menos de cuatro semanas. Ya sea que sus experiencias hayan sido buenas, malas o indiferentes, ¿es realista esperar que estos jugadores accionen un interruptor, cambien la camiseta de su país por la de su club y sigan con normalidad?
Un informe publicado en vísperas del torneo por FIFPro, el sindicato mundial de jugadores del fútbol, destacó que, desde 1990, ha pasado una media de 37 días entre el último partido de un Mundial y el siguiente partido de la Premier League. ¿El marco temporal después de Qatar 2022? Ocho días.
Las exigencias físicas son una cosa (y son extraordinarias: según los datos de ese informe de FIFPro, Harry Kane ha jugado 91 partidos con el Tottenham Hotspur e Inglaterra desde julio de 2021, mientras que Virgil van Dijk ha jugado el equivalente a 95 partidos de 90 minutos en ese mismo período con los colores del Liverpool y los Países Bajos), pero el aspecto mental es igual de importante.
«Te sientes agotado», explica Meulensteen, quien fue subdirector del equipo australiano que llegó a los octavos de final en Qatar antes de perder por poco ante la eventual campeona Argentina. «Uno se deja llevar por la montaña rusa de la intensidad por la poca rotación entre los partidos, la montaña rusa de expectativas según los diferentes países, y luego se entra en la montaña rusa de las decepciones o, por el contrario, de la euforia, y todas esas emociones se reprimen porque no hay tiempo para digerirlas realmente».
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